Puente Angostura, Ciudad Bolivar, Foto de Armando Caicedo

miércoles, 27 de abril de 2011

El peligro de la energía nuclear pacífica

Traje esta noticia, de Bolívia, porque al leerla, solo me vino a la mente 2 cosas: Existe Dios y la otra, el hombre por mucha eminencia que sea, en sus diferentes ámbitos de la Vida, debe de reconocer la existencia de Dios.

El terremoto que produjo el tsunami en Japón puso una vez más en evidencia la fragilidad humana ante la fuerza de la naturaleza cuando las olas barrieron su costa este dejando una estela de muerte y escombros donde antes había pueblos y miles de residentes.

Pero, también puso en evidencia el descontrol que tienen los hombres de sus propias creaciones.

Incluso en los momentos más dramáticos de la hecatombe natural, cuando se sumaban los muertos y las escenas de rescate estaban en las portadas de la prensa mundial, una sombra siniestra se cernió sobre el Planeta oscureciendo la tragedia japonesa. Las plantas nucleares que abastecían electricidad a la región azotada por el tsunami mostraban grietas por donde escapaba radiación mortífera. La mezcla de certezas y especulaciones extendieron el rumor de que la propagación de las ondas fatales cruzarían tierra y mar y llegarían hasta Europa, y países más lejanos todavía.

El siniestro, entonces, pasó de la clásica conmiseración de países y gobiernos en torno a la tragedia del pueblo japonés, al temor de que ellos mismos puedan sufrir terribles consecuencias por la radiación. La alarma por este peligro se volvió más importante que la muerte de miles de ahogados y aplastados en las costas de Japón.

Pasado el tiempo, y todavía las heridas abiertas, aquel temor está relativamente disipado, pero ha dejado un poso de miedo y aprensión respecto al uso “pacífico” de la energía nuclear, casi tan riesgosa como su uso bélico.

Ayer nomás se conmemoró veinticinco años de Chernóbil, la planta rusa que explotó, mató miles de personas y dejó otras miles que deben vivir enfermas por la exposición a la radiación.

Decenas de países tienen sus paisajes erizados de los reconocibles conos truncados de plantas nucleares.

Recién ahora, cuando la naturaleza ataca, ya no un país del mundo pobre, sino a la eficiencia japonesa, se discute la pertinencia o no de erigir más plantas de éstas; pero no es difícil predecir que por lo menos el ritmo de hacerlo será menor.

El Gobierno de nuestro país, antes entusiasta por la oferta iraní para instalar un reactor nuclear “pacífico”, también lo ha pensado, según declaraciones recogidas por la prensa, y ha desechado ese proyecto.


Fuente: opinión.com.bo

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