Los científicos contaron cómo se conservan las semillas en 14 países
La deficiencia de vitamina A afecta anualmente a 120 millones de niños en el mundo. Entre 250 000 y 500 000 pierden la visión y la mitad muere el año siguiente.
Si se perdieran los cultivos de zanahoria, maíz, tomate (alimentos que contienen esa vitamina), este fenómeno no pararía.
Proponer soluciones a estos problemas motiva a los científicos a investigar las semillas y microorganismos con el fin de conservar las especies indispensables para la nutrición y que están en peligro de extinción.
En ese contexto, representantes de 14 países de América Latina y el Caribe se reunieron en Quito en el VIII Simposio de Recursos Genéticos para compartir sus experiencias sobre la conservación de plantas en sus países. El encuentro fue esta semana.
“Estudiamos las variedades de semillas para conservarlas y fortalecerlas para evitar su extinción. También obtenemos más variedades. La seguridad está en la diversidad”, dijo Marlene Ramírez, representante de la organización Biodiversity International, durante el evento.
El Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias (Iniap) es el organismo encargado de estas investigaciones en el Ecuador.
En sus 30 años de funcionamiento se han recolectado 17 000 semillas de productos agrícolas ecuatorianos.
Las mayores colecciones son de maíz, fréjol, zambo, tomate de árbol, entre otras. “Cada parte diminuta del ecosistema tiene una función importante, por eso hay que conservarla”, explicó Julio César Delgado, director general del Iniap.
El tomate sobrevive al clima
El cultivo de tomate es uno en los que más plaguicidas se aplican porque están expuestos a ataques de hongos, virus y bacterias. Byron Zeballos, investigador ecuatoriano, busca conservar y mejorar este vegetal.
Para esto, en mayo último viajó al cantón Bolívar, en Manabí, y estudió 61 cultivos.
De esos análisis concluyó que conservar el tomate es muy importante, ya que se adapta a cualquier tipo de terreno. “De las siembras encontradas, 46 estaban en suelos peligrosos con piedras. Esto indica que el tomate se adaptará a las adversidades que traerá el cambio climático”, dijo Zeballos.
El cambio climático es otra de las razones para conservar los alimentos. Al estudiar sus genes se los puede modificar para que en el futuro se adapten a otras temperaturas.
Estudios de Biodiversity International afirman que la temperatura del planeta subió 0,75 grados en el siglo pasado debido al calentamiento global.
Un aumento de dos grados más puede acabar con los cultivos de café en países como Uganda. “Tener una diversidad de productos resistentes es una gran ventaja de América Latina”, coincidieron los científicos.
Brasil ya vive los resultados
Los estudios para la conservación de semillas son a largo plazo y su aplicación también, dijeron los científicos durante el simposio fitogenético.
El Banco de Germoplasma de Brasil ha comprobado que en 30 años de conservación de una especie, la pérdida en cuanto a su utilidad es mínima.
En estos 30 años, se han recolectado 218 millones de semillas en un laboratorio que tiene capacidad para 248 millones. Gracias a los resultados de las investigaciones realizadas se planea construir otro banco con más capacidad.
La Empresa Brasilera de Pesquisa Agropecuaria es la institución dedicada a estos estudios y recolección en Brasil.
Gracias a la conservación y análisis genéticos de la diversidad de semillas, la cosecha de 38 millones de toneladas de granos en 1975 se elevó a 98 millones en el 2000.
Los cultivos de soya se han adaptado a varias regiones de ese país y la producción aumentó en un 50%.
Se obtuvieron 28 variedades de trigo y corresponden al 55% de la producción triguera nacional. Los nuevos cultivos se han adaptado a las exigencias del mercado internacional.
El canguil pudiera desaparecer
Pequeños agricultores de la zona de Pimampiro, en Imbabura, aún cultivan el canguil, un tipo de maíz; pero “el peligro de perderlo es inminente”, afirmó César Tapia, uno de los investigadores del Iniap.
Tapia ha recorrido 10 provincias de la Sierra para analizar cómo las 29 razas de maíz han cambiado. Estas razas ya fueron reportadas desde 1961.
“El canguil es la única raza en peligro de extinción. Una de las causas es que se está importando de otros países. La mayoría viene de Perú. Además es una planta delicada, entonces pocos campesinos quieren cultivarla”.
Pero por la presencia del banco de semillas del Iniap, el canguil podrá ser reinsertado en los cultivos cuando sea necesario o cuando alguien quiera retomar su siembra. Según Tapia, la variabilidad en las razas de maíz nos permite tener más usos para la alimentación y al conservarlo se mantiene parte de la identidad ecuatoriana.
Por ejemplo, el valle de Los Chillos lleva su nombre porque allí crece un tipo de maíz denominado chillo. En Cotacachi y en la Amazonía ya se han hecho bancos comunales para preservar las semillas en su lugar de procedencia.
Si se perdieran los cultivos de zanahoria, maíz, tomate (alimentos que contienen esa vitamina), este fenómeno no pararía.
Proponer soluciones a estos problemas motiva a los científicos a investigar las semillas y microorganismos con el fin de conservar las especies indispensables para la nutrición y que están en peligro de extinción.
En ese contexto, representantes de 14 países de América Latina y el Caribe se reunieron en Quito en el VIII Simposio de Recursos Genéticos para compartir sus experiencias sobre la conservación de plantas en sus países. El encuentro fue esta semana.
“Estudiamos las variedades de semillas para conservarlas y fortalecerlas para evitar su extinción. También obtenemos más variedades. La seguridad está en la diversidad”, dijo Marlene Ramírez, representante de la organización Biodiversity International, durante el evento.
El Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias (Iniap) es el organismo encargado de estas investigaciones en el Ecuador.
En sus 30 años de funcionamiento se han recolectado 17 000 semillas de productos agrícolas ecuatorianos.
Las mayores colecciones son de maíz, fréjol, zambo, tomate de árbol, entre otras. “Cada parte diminuta del ecosistema tiene una función importante, por eso hay que conservarla”, explicó Julio César Delgado, director general del Iniap.
El tomate sobrevive al clima
El cultivo de tomate es uno en los que más plaguicidas se aplican porque están expuestos a ataques de hongos, virus y bacterias. Byron Zeballos, investigador ecuatoriano, busca conservar y mejorar este vegetal.
Para esto, en mayo último viajó al cantón Bolívar, en Manabí, y estudió 61 cultivos.
De esos análisis concluyó que conservar el tomate es muy importante, ya que se adapta a cualquier tipo de terreno. “De las siembras encontradas, 46 estaban en suelos peligrosos con piedras. Esto indica que el tomate se adaptará a las adversidades que traerá el cambio climático”, dijo Zeballos.
El cambio climático es otra de las razones para conservar los alimentos. Al estudiar sus genes se los puede modificar para que en el futuro se adapten a otras temperaturas.
Estudios de Biodiversity International afirman que la temperatura del planeta subió 0,75 grados en el siglo pasado debido al calentamiento global.
Un aumento de dos grados más puede acabar con los cultivos de café en países como Uganda. “Tener una diversidad de productos resistentes es una gran ventaja de América Latina”, coincidieron los científicos.
Brasil ya vive los resultados
Los estudios para la conservación de semillas son a largo plazo y su aplicación también, dijeron los científicos durante el simposio fitogenético.
El Banco de Germoplasma de Brasil ha comprobado que en 30 años de conservación de una especie, la pérdida en cuanto a su utilidad es mínima.
En estos 30 años, se han recolectado 218 millones de semillas en un laboratorio que tiene capacidad para 248 millones. Gracias a los resultados de las investigaciones realizadas se planea construir otro banco con más capacidad.
La Empresa Brasilera de Pesquisa Agropecuaria es la institución dedicada a estos estudios y recolección en Brasil.
Gracias a la conservación y análisis genéticos de la diversidad de semillas, la cosecha de 38 millones de toneladas de granos en 1975 se elevó a 98 millones en el 2000.
Los cultivos de soya se han adaptado a varias regiones de ese país y la producción aumentó en un 50%.
Se obtuvieron 28 variedades de trigo y corresponden al 55% de la producción triguera nacional. Los nuevos cultivos se han adaptado a las exigencias del mercado internacional.
El canguil pudiera desaparecer
Pequeños agricultores de la zona de Pimampiro, en Imbabura, aún cultivan el canguil, un tipo de maíz; pero “el peligro de perderlo es inminente”, afirmó César Tapia, uno de los investigadores del Iniap.
Tapia ha recorrido 10 provincias de la Sierra para analizar cómo las 29 razas de maíz han cambiado. Estas razas ya fueron reportadas desde 1961.
“El canguil es la única raza en peligro de extinción. Una de las causas es que se está importando de otros países. La mayoría viene de Perú. Además es una planta delicada, entonces pocos campesinos quieren cultivarla”.
Pero por la presencia del banco de semillas del Iniap, el canguil podrá ser reinsertado en los cultivos cuando sea necesario o cuando alguien quiera retomar su siembra. Según Tapia, la variabilidad en las razas de maíz nos permite tener más usos para la alimentación y al conservarlo se mantiene parte de la identidad ecuatoriana.
Por ejemplo, el valle de Los Chillos lleva su nombre porque allí crece un tipo de maíz denominado chillo. En Cotacachi y en la Amazonía ya se han hecho bancos comunales para preservar las semillas en su lugar de procedencia.
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