Con el intercambio de semillas el visitante tiene más oferta y más partes del mundo que visitar en el jardín botánico.
El futuro del Limonium malacitanum, una hermosa plantita cuyo estrecho ámbito existencial se limita a la franja que va desde Rincón de la Victoria al Castillo de Santa Clara, está asegurado gracias al trabajo de equipo de botánicas de la Concepción, que ahora cuentan con un gerente catedrático de Botánica, Alfredo Asensi –antiguo profesor de algunas de ellas– que ha reforzado el perfil botánico de La Concepción.
Y qué decir de la fascinante Erica andevalensis o brezo de las minas, un endemismo, como el anterior, que le da por crecer junto a las minas de pirita de Huelva. En la histórica finca han conseguido reproducir esa tierra cargada de hierro, para reunir, de momento, casi un centenar de prometedores brotes.
En el jardín botánico de Málaga no hay linces ni águilas imperiales, animales en peligro de extinción, pero sí cientos de plantas en la misma situación, endemismos, que significa que crecen en zonas muy concretas y reducidas, que convierten la finca en una valiosa reserva natural de plantas.
Un trabajo poco conocido pero uno de los pilares del jardín y que tiene muchos frentes, empezando por el laboratorio, en la sede de la rehabilitada Casa del Administrador. Allí, la botánica Belén Verdú está en ese momento confeccionando uno de los pliegos del herbario, centrado en las plantas ornamentales. Cada uno de los más de 4.000 pliegos del herbario contiene una planta prensada con la fecha de recolección, nombre del recolector y lugar. «Cada año intercambiamos pliegos entre los jardines botánicos, lo que se llama una exicata», explica la botánica Blanca Lasso de la Vega, que tiene a su lado a Amelia Denis, otra compañera del departamento.
La red de jardines botánicos también comparte un banco de semillas. «Es una manera de conservar la flora. En vez de conservarla en el jardín, que no te cabría, la conservas en modo de semilla», detalla Alfredo Asensi.
En un aparato con visos de incubadora, las semillas tienen un tratamiento previo para desecarlas gracias a la vecindad de recipientes con gel de sílice que absorben la humedad. Semillas gruesas y de un llamativo color rojo que luego darán lugar a las pequeñas cicas, comparten sitio con las de los brachichiton o la alpinia, una planta cuyas flores parecen grandes gotas de cera blanca.
Tras el secado, pasan al congelador, aunque por ejemplo las de las palmeras necesitan temperaturas menos árticas y se contentan con 4 grados. «De esta manera las semillas te pueden durar cientos de años», relata Blanca Lasso de la Vega.
Los miembros de la asociación de jardines botánicos de España y Portugal realizan un índice de las semillas disponibles para posibles intercambios. «De esa manera, igual que el jardín botánico de Melbourne te ofrece las suyas, tú le ofrece las tuyas y puedes acceder a plantas que son raras o que no hay en viveros», cuenta la botánica.
En el momento del reportaje, el departamento de Botánica acaba de recibir un envío de un jardín botánico ruso de la zona próxima al Cáucaso. Los envíos, por cierto, los realizan en envases metalizados al vacío que se mandan por correo. «Y firmas un papel en el que te comprometes a que no le vayas a dar un uso comercial sino científico», cuenta Blanca Lasso de la Vega.
El intercambio de semillas, destaca, «es la mejor manera de conseguir plantas importantes o raras para que el visitante tenga más oferta y más partes del mundo que visitar en un espacio como el nuestro». En ocasiones, las semillas de rincones lejanos no germinan en el jardín después de numerosas pruebas pero otras son una fuente de sorpresas. Así, La Concepción es el único jardín botánico de Europa «que tiene al aire libre el género completo de los baobabs», subraya Alfredo Asensi. Ocho especies del famoso árbol africano se han aclimatado en un rincón del jardín próximo al mirador histórico, resguardado de los vientos del norte.
En otra sala, la botánica Trini Sánchez prepara una colección de frutos de legumbres para el futuro centro de interpretación del Jardín Botánico. Formas increíbles que dejan constancia de los caprichos de la naturaleza, como el fruto de la ceiba que explosiona dejando al descubierto como el mullido relleno de las almohadas salpicado de semillas.
Hay otros aspectos poco conocidos de este departamento, como el necesario etiquetado y fabricación de los famosos cartelitos de información botánica repartidos por todo jardín botánico que se precie. Un etiquetado homologado, el DNI de la planta con la familia, subfamilia, nombre científico y lugar de procedencia que se hace realidad gracias a una fresadora que confecciona el cartel.
Y las semillas pasan a al invernadero. La Concepción forma parte del llamado Proyecto Phoenix, por el que cada jardín botánico de España y Portugal se compromete a velar por unas plantas endémicas en peligro de extinción.
En el moderno invernadero, los botánicos Patricia Ruiz y Carlos Espejo son los encargados de cuidar el cultivo de estas plantas –el jardín cuenta con dos invernaderos más–. «Además estamos en contacto con la Consejería de Medio Ambiente porque nos dicen qué plantas les interesa que trabajemos». El destino de estas plantas dependerá de si prosperan o no en el jardín. «Si se ve que prosperan se plantarán en la Rocalla de la Biodiversidad –una nueva zona del jardín– y si no es factible se quedarán aquí, se recogerán sus semillas y formarán parte del banco de germoplasma», comenta Alfredo Asensi. Antes de salir al aire libre, las plantas más sensibles pasan por el llamado túnel de sombra, una estructura metálica con malla oscura donde se endurecen antes de pasar al aire libre.
Gracias al exquisito cuidado y mucha paciencia, las plantas endémicas crecen y florecen en este espacio de trabajo, como la Lithodora nitida, de las sierras Mágina, Tejeda y Cazorla, con hojas de un cautivador color plateado.
Plantas insectívoras
Pero el invernadero tiene otras sorpresas, como una completa colección de plantas insectívoras, algunas con el aspecto de ser atractivas plantas acuáticas, en las que están presentes 18 de los 20 sistemas de trampas que las plantas insectívoras tienen para capturar a sus presas, como la Nephentes, con unos jarros en los que entran los insectos y la tapadera que los deja sin salida posible. También cuenta con una amplísima colección de cactus del género Mammillaria, donación de un inglés de Baza, que reunió 230 de las 250 especies de este género de cactus.
Como vimos, el siguiente paso de estas plantas en peligro de extinción es pasar al aire libre a algún rincón de La Concepción y para eso está la nueva Rocalla de la Biodiversidad, muy cerca de la entrada. Un rincón diseñado por Alfredo Asensi en el que se reproduce flora curiosa de diez espacios del mundo con clima mediterráneo (Sudáfrica, Madeira, Chile, California...) incluido el mediterráneo español como una precisa reproducción del Cabo de Gata, con sus plantas raras, amenazadas o endémicas. También hay espacio para rincones más cercanos como da fe la presencia de la centáurea de los Montes de Málaga o la Armeria villosa de Carratraca.
La investigación botánica de La Concepción hace posible que las plantas más exóticas, pero también las más amenazadas tengan en esta finca histórica un esplendoroso seguro de vida.
Y qué decir de la fascinante Erica andevalensis o brezo de las minas, un endemismo, como el anterior, que le da por crecer junto a las minas de pirita de Huelva. En la histórica finca han conseguido reproducir esa tierra cargada de hierro, para reunir, de momento, casi un centenar de prometedores brotes.
En el jardín botánico de Málaga no hay linces ni águilas imperiales, animales en peligro de extinción, pero sí cientos de plantas en la misma situación, endemismos, que significa que crecen en zonas muy concretas y reducidas, que convierten la finca en una valiosa reserva natural de plantas.
Un trabajo poco conocido pero uno de los pilares del jardín y que tiene muchos frentes, empezando por el laboratorio, en la sede de la rehabilitada Casa del Administrador. Allí, la botánica Belén Verdú está en ese momento confeccionando uno de los pliegos del herbario, centrado en las plantas ornamentales. Cada uno de los más de 4.000 pliegos del herbario contiene una planta prensada con la fecha de recolección, nombre del recolector y lugar. «Cada año intercambiamos pliegos entre los jardines botánicos, lo que se llama una exicata», explica la botánica Blanca Lasso de la Vega, que tiene a su lado a Amelia Denis, otra compañera del departamento.
La red de jardines botánicos también comparte un banco de semillas. «Es una manera de conservar la flora. En vez de conservarla en el jardín, que no te cabría, la conservas en modo de semilla», detalla Alfredo Asensi.
En un aparato con visos de incubadora, las semillas tienen un tratamiento previo para desecarlas gracias a la vecindad de recipientes con gel de sílice que absorben la humedad. Semillas gruesas y de un llamativo color rojo que luego darán lugar a las pequeñas cicas, comparten sitio con las de los brachichiton o la alpinia, una planta cuyas flores parecen grandes gotas de cera blanca.
Tras el secado, pasan al congelador, aunque por ejemplo las de las palmeras necesitan temperaturas menos árticas y se contentan con 4 grados. «De esta manera las semillas te pueden durar cientos de años», relata Blanca Lasso de la Vega.
Los miembros de la asociación de jardines botánicos de España y Portugal realizan un índice de las semillas disponibles para posibles intercambios. «De esa manera, igual que el jardín botánico de Melbourne te ofrece las suyas, tú le ofrece las tuyas y puedes acceder a plantas que son raras o que no hay en viveros», cuenta la botánica.
En el momento del reportaje, el departamento de Botánica acaba de recibir un envío de un jardín botánico ruso de la zona próxima al Cáucaso. Los envíos, por cierto, los realizan en envases metalizados al vacío que se mandan por correo. «Y firmas un papel en el que te comprometes a que no le vayas a dar un uso comercial sino científico», cuenta Blanca Lasso de la Vega.
El intercambio de semillas, destaca, «es la mejor manera de conseguir plantas importantes o raras para que el visitante tenga más oferta y más partes del mundo que visitar en un espacio como el nuestro». En ocasiones, las semillas de rincones lejanos no germinan en el jardín después de numerosas pruebas pero otras son una fuente de sorpresas. Así, La Concepción es el único jardín botánico de Europa «que tiene al aire libre el género completo de los baobabs», subraya Alfredo Asensi. Ocho especies del famoso árbol africano se han aclimatado en un rincón del jardín próximo al mirador histórico, resguardado de los vientos del norte.
En otra sala, la botánica Trini Sánchez prepara una colección de frutos de legumbres para el futuro centro de interpretación del Jardín Botánico. Formas increíbles que dejan constancia de los caprichos de la naturaleza, como el fruto de la ceiba que explosiona dejando al descubierto como el mullido relleno de las almohadas salpicado de semillas.
Hay otros aspectos poco conocidos de este departamento, como el necesario etiquetado y fabricación de los famosos cartelitos de información botánica repartidos por todo jardín botánico que se precie. Un etiquetado homologado, el DNI de la planta con la familia, subfamilia, nombre científico y lugar de procedencia que se hace realidad gracias a una fresadora que confecciona el cartel.
Y las semillas pasan a al invernadero. La Concepción forma parte del llamado Proyecto Phoenix, por el que cada jardín botánico de España y Portugal se compromete a velar por unas plantas endémicas en peligro de extinción.
En el moderno invernadero, los botánicos Patricia Ruiz y Carlos Espejo son los encargados de cuidar el cultivo de estas plantas –el jardín cuenta con dos invernaderos más–. «Además estamos en contacto con la Consejería de Medio Ambiente porque nos dicen qué plantas les interesa que trabajemos». El destino de estas plantas dependerá de si prosperan o no en el jardín. «Si se ve que prosperan se plantarán en la Rocalla de la Biodiversidad –una nueva zona del jardín– y si no es factible se quedarán aquí, se recogerán sus semillas y formarán parte del banco de germoplasma», comenta Alfredo Asensi. Antes de salir al aire libre, las plantas más sensibles pasan por el llamado túnel de sombra, una estructura metálica con malla oscura donde se endurecen antes de pasar al aire libre.
Gracias al exquisito cuidado y mucha paciencia, las plantas endémicas crecen y florecen en este espacio de trabajo, como la Lithodora nitida, de las sierras Mágina, Tejeda y Cazorla, con hojas de un cautivador color plateado.
Plantas insectívoras
Pero el invernadero tiene otras sorpresas, como una completa colección de plantas insectívoras, algunas con el aspecto de ser atractivas plantas acuáticas, en las que están presentes 18 de los 20 sistemas de trampas que las plantas insectívoras tienen para capturar a sus presas, como la Nephentes, con unos jarros en los que entran los insectos y la tapadera que los deja sin salida posible. También cuenta con una amplísima colección de cactus del género Mammillaria, donación de un inglés de Baza, que reunió 230 de las 250 especies de este género de cactus.
Como vimos, el siguiente paso de estas plantas en peligro de extinción es pasar al aire libre a algún rincón de La Concepción y para eso está la nueva Rocalla de la Biodiversidad, muy cerca de la entrada. Un rincón diseñado por Alfredo Asensi en el que se reproduce flora curiosa de diez espacios del mundo con clima mediterráneo (Sudáfrica, Madeira, Chile, California...) incluido el mediterráneo español como una precisa reproducción del Cabo de Gata, con sus plantas raras, amenazadas o endémicas. También hay espacio para rincones más cercanos como da fe la presencia de la centáurea de los Montes de Málaga o la Armeria villosa de Carratraca.
La investigación botánica de La Concepción hace posible que las plantas más exóticas, pero también las más amenazadas tengan en esta finca histórica un esplendoroso seguro de vida.
Fuente: La opinión de málaga
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